domingo, 8 de agosto de 2010

Con la infancia en los párpados

Observo atónita a mis lados, un mundo que se pasa y yo,
yo sentada en este ómnibus húmedo y atestado en vacios.
Tan solo en el fondo, se escucha, suave y delicado
como tose la pequeña niña de bufanda roja
mientras su madre la envuelve en un centenar de prendas.
Qué será de ella?... quién la entenderá?

Una disociación de sentimientos que provoca el cuestionamiento. Inesperado, sin duda pero, cierto? y si sigo así qué? es qué acaso dejé de ser esa niña a la que le apasionaba leer poemas tristes y sentarse a escuchar música y escribir? es qué acaso mi ser más armónico y aventurero, que atraviesa los mundos desperdigando su simpatía y alegría, es antagónico a esa niña que llevo pegada en los párpados? es antagónico a la construcción de mi personalidad?

Es que sencillamente, puedo afirmar que mis dedos tienen encarnados el sabor de esta historia, sus alegrias y tristezas, y las expresaron en palabras durante años. Pero no es la ausencia de alegrias la que me caracteriza, mis sonrisas me las recuerdan constatemente y las regalan al mundo, son mis manos, sin embargo, las que se acostumbraron a hacerle una apología a la tristeza, innegable potencial creativo, y cuesta quitar esa costumbre.
El tenor melancólico de los suspiros, de mis suspiros, no mero reflejo de la realidad que me acecha, sin embargo una tendencia literaria que me gustó cultivar.

Ideas que brotan en mi mente a la hora de escribir, y que pecan de acudir siempre a aliteraciones, a historias repetidas, a las mismas palabras. Son los autores que me acompañaron en mi adolescencia también.

Cuál será el epílogo de esto? solo decir, que estas angustias aunque parte de mi no inundan, aunque parezca lo contrario en textos, ni tapan mis alegrías y mis ganas de seguir descubriendo este mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario