domingo, 8 de agosto de 2010

AliCia

Alicia... ¿qué tenías tu Alicia que tantos te dedicaron sus versos?
¿acaso tus manos eran las caricias más suaves?
¿acaso tu mirada podría fundir hasta el amor más ferreo?
¿acaso eras el perfecto patrón de belleza que lograba enamorar tan solo mirando las fotos de Carroll?

Me pregunto, entre silencios sin respuesta, qué habría en tí Alicia, mi dulce Alicia, que hizo de Lewis un mundo logístico sin igual, un juego matemático de eternas paradojas y silogismos, una adivinanza que es tan real e indescubrible como esta realidad misma.

¿Que tenías Alícia? ¿qué era? ¿cómo lograste que Darno te regale una de sus primeras canciones de muchacho? 

Esa ingenuidad... y palabras... y un mundo de fantasías que quién sabe si es el tuyo o el nuestro, o el de cada uno. O es que nos diste la necesidad de crearte y justificarte detras de lo intangible, de los absurdos lógicos, una paradoja tras otra, la realidad misma.

¿Era eso? acaso, ¿era eso lo que nos quisiste mostrar? Atravesaste el espejo sin romperlo, caíste en el pozo sin dañarte, hablaste con una oruga sin sorprenderte, te escoltaron los naipes y no te resulto extraño, te juzgó la reina de corazones y permaneciste impasible. 
Quizá lo nuestro sea un sueño y tu solo... tu solo te burlaste de nosotros.

Déjanos caer en el túnel contigo Alicia, déjanos conocer el país de las maravillas, bañarnos en fantasías, jugar y reir hasta el hartazgo, llevanos contigo hacia los sueños más profundos, condúcenos a nuestra infancia nuevamente.

Muéstranos esos cuentos... ese cuento en el que no pasa el tiempo, donde la eternidad se hace una con nosotros.



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